martes, 7 de julio de 2009

Con el Sur en la Ciudad: ¿Qué estrategia para qué poder?

El resultado de la elección de hace unas semanas, más allá de las expectativas de los mismos militantes de Proyecto Sur en la Ciudad de Buenos Aires, obliga a repensar toda la estrategia partidaria a corto y mediano plazo. El 24 por ciento de votos constituye un capital político que, si se sabe mantener y fortalecer, puede llevar al candidato elegido, -ballotage mediante- a la Jefatura de Gobierno hoy detentada por el PRO.

2011 puede ser muy lejano o muy cercano, según la visión que se aplique. Puede ser sin dudas muy lejano para definir candidaturas que dependerán de las variaciones inevitables en la popularidad y la imagen pública de los distintos dirigentes. Pero puede considerarse un motivo inmediato de acción si se considera la estrategia política y comunicacional que sostendrá la propuesta de Proyecto Sur, encabezada sin dudas por el espacio de Buenos Aires para Todos.


Una decisión estratégica.

¿La Nación o la Ciudad? Entre los mismos comentarios de este blog, es inevitable que surja la discusión entre el enfoque de la campaña. Y es que si bien, indudablemente, ningún frente puede desatenderse, el objetivo principal puede llevar a resultados diferentes.

Para aclarar este punto, puede servir una comparación con la postura de Elisa Carrió (cuando el ARI era una fuerza nueva y progresista,) quien nunca quiso encabezar una propuesta para la Ciudad. Su meta de ser Presidenta sin contar con un apoyo territorial previo, sostenida todavía hoy con la candidatura de Prat Gay, la llevaron a diluir sus chances reales de acceder a su objetivo. Si esto no basta, también la decisión de Mauricio Macri de llegar a la Jefatura la Ciudad, hoy lo acercan más a su deseo de gobernar el país.

Así las cosas, la postura asumida debería inclinarse porque Proyecto Sur concentre los mayores esfuerzos en llegar al poder en la Ciudad de Buenos Aires, más aún cuando esto significa minar las chances presidenciables del PRO. Porque no debemos olvidar que posiblemente las elecciones en la Ciudad sean antes que en el País, como ocurrió en el 2007, y entonces una buena elección en la capital federal puede influir en la contienda presidencial.

A esta escala nacional, Proyecto Sur podría integrar un frente electoral claramente, como venimos sosteniendo, con el espacio de Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, articulado por el SI y por el alcance territorial de la CTA.

Acerca del apoyo de una estructura partidaria, más allá del respaldo del PSA, y descontando al PJ y la UCR, hoy el Partido Socialista está en un debate interno en donde existen distritos oficialistas y otros opositores. Si se define una línea acorde a los postulados de un progresismo serio, popular y democrático, tal vez pueda pensarse en un Frente Socialista Encuentro Sur.

El discurso político

Al contrario de lo que sugiere un artículo publicado hoy en Crítica, no considero que el espacio deba presentarse principalmente como “oposición” al gobierno kirchnerista. De hecho, oposición es una figura que representa a un espacio definido como la negatividad de un otro oficialista. Pero en la Ciudad, existe también el ser “oposición” al gobierno macrista. Sin dudas Proyecto Sur podría beneficiarse de ser oposición tanto a FpV como al PRO, pero eso es solo un paso para construir un proyecto con identidad propia.

Ese es el gran desafío, el que Solanas menciona como “enfrentar al bipartidismo” y aquí consideramos el enfrentamiento del pensamiento político binario. Si la identidad propia es fuerte, no importará tanto si circunstancialmente se esté más cerca del “kirchnerismo popular” o de la “oposición republicana”. Seguramente en la discusión de distintas leyes habrá que pensar alianzas distintas.

Por eso no creo que la crítica de Lozano, de que Sabbatella “sea tajante en su oposición al gobierno nacional” puede considerarse acertada. Desde mi perspectiva, basta con que sea tajante en mantener su autonomía, idea que por cierto predominó en su campaña, así como el lema de que hoy “el oficialismo por defender defiende lo indefendible y la oposición por oponerse se opone a todo”.

En el mismo sentido, en la actualidad no vería con agrado un acuerdo con Luis Juez, o hasta con Hermes Binner, quienes durante el conflicto agropecuario no mostraron una postura crítica de ambos sectores, como sí lo hizo el interbloque Proyecto Sur –Solidaridad e Igualdad. En ese mismo sentido, Solanas mencionó que él se hubiese abstenido en la votación, cuando Lozano votó en contra de la 125, aunque argumentando que presentó su proyecto propio.

Es importante entonces pensar en el proyecto propio de transformación social. Sin perder de vista la perspectiva nacional, hay que encontrar y construir una identidad propia de Proyecto Sur en la Ciudad de Buenos Aires, en donde el votante independiente es la mayoría. La táctica de introducir temáticas relegadas, también puede aplicarse, así como también que ese giro en el discurso esté relacionado con lo ambiental: Basura Cero, Tintorerías rápidas y Límites a las Torres. De eso habrá que empezar a discutir de aquí en más.

miércoles, 1 de julio de 2009

Después de las elecciones, los desafíos de la nueva fuerza

De un tiempo a esta parte el kirchnerismo tiene una grave debilidad que atenta contra su existencia: la ceguera política. ¿Cómo se explica sino que Pino Solanas pasó de ser un traidor que le hace el juego a la derecha a un feliz potencial aliado? Pero no fue solo el oficialismo el que no pudo percibir la emergencia de este nuevo fenómeno; también la oposición de derecha se expresó preocupada e intentó caracterizar a Martín Sabbatella como colectora kirchnerista.

En este artículo, continuamos la caracterización de un nuevo espacio que no estaba previsto por la opinión pública hace unos meses cuando comenzó este blog. Las elecciones dejaron entonces dos enseñanzas: primero que no se trata de una propuesta testimonial sin pretenciones de poder, y la segunda que su emergencia rompe la falsa contradicción entre oficialismo y oposición que estructó todo el debate en la Argentina.

El panorama político: la cultura política del pensamiento binario

Si el conflicto agropecuario dejó algo, eso fue sin dudas una fuerte división política entre el gobierno y la oposición, que conllevó el pensamiento binario y la lógica amigo- enemigo. Esto intentó legitimarse a través de la teoría "populista" de Ernesto Laclau, basada en la realización de diferencias y equivalencias; pero lo que no se dijo fue que así el kirchnerismo se inventó a un enemigo fuerte, agresivo y, sobre todo, unido.

Para hacerlo, antes había inventado algo más: "el campo". La Mesa de Enlace, como dijo al menos uno de sus protagonistas, no se formó por amor sino por espanto, no en forma propositva sino reactiva. Y eso es todo un síntoma de un grave error político: la 125, además de no plantear la reforma agraria, fue una medida torpe que licuó gran apoyo electoral para convertirse luego en un fetiche político.

El kirchnerismo debió saberlo, no se puede gobernar contra el campo, aún si es cierto que hubo sectores no representados por la Mesa de Enlace, nunca se preocupó demasiado por ellos. Ni antes ni durante, a pesar de los esfuerzos de algún diario progresista. Pero sin dudas, debió sobre todo haber hecho todo lo (im)posible por romper esta alianza, rescatando a un actor históricamente progresista como la Federación Agraria, aún si ello significaba discutir su interna.

No lo hizo así sino que fue todo lo contrario. Su discurso y su propuesta legislativa siempre los unió: eran todos oligarcas y golpistas. Proyecto Sur intentó cubrir el hiato y elaboró una nueva propuesta de retenciones móviles y bien segmentadas. Sin embargo, las negociaciones con el kirchnerismo cayeron por otra debilidad del gobierno: su cultura política autoritaria, propia de quien batalla contra un enemigo, y es dueño de toda la verdad. Esto impidió presentar otra cosa que un proyecto "propio", con algunas concesiones decididas por ellos, ajenas a todo diálogo.

Por supuesto, aquí la lectura política está magnificada por sobre los conflictos económicos puestos en juego y que también intervinieron. Pero lo que se trata de enfocar aquí es que, aunque hayamos estado de acuerdo con los objetivos, la enunciación política no fue la propicia para, aún dentro de la matriz populista, desarrollar los consensos necesarios que le permitan lograr, sin mayores conflictos, la política propuesta. El problema fue más bien la falta de una política agropecuaria planificada, que hizo por primera vez desde el retorno democrático pasar de los silbidos al reducto de La Rural a los cortes de rutas en varias partes del país.

Elecciones ¿del modelo socioeconómico o de la construcción política?

Otro cambio abrupto en el discurso oficialista fue la caracterización de las elecciones. Mientras que antes se ponía en juego "el modelo", Kirchner habría evaluado ahora que se juzgó más bien la forma de gobernar. Creo yo que nada hay más acertado que este diagnóstico: en su mayoría, la ciudadanía no ideologizada no votó al PRO porque eran de derecha. Más bien, lo hizo casi como un gesto psicológico, votó contra el oficialismo y su cultura política autoritaria.

Ya la intervención al INDEC hizo descreer a la sociedad del valor de la palabra para el kirchnerismo, la argumentación sin conseciones y la pésima forma de resolución del conflicto del campo terminó de derrumbar el descrédito del gobierno en un amplio sector de la ciudadanía. Por supuesto, no debemos olvidar aquí la intervención de los medios de comunicación, pero este importante actor solo puede actuar cuando existen las condiciones necesarias, en este caso la magnificación de la oposición como golpista terminó por imponer la lógica binaria.

Frente a este panorama, la irrupción de una fuerza progresista, popular y republicana tuvo la gran virtud de mencionar que existe una oposición a la izquierda del gobierno. Sobre todo en la ciudad de Buenos Aires, quedó demostrado que la baja de las performances del PRO y de la Coalición Cívica, se debió a que la ciudadanía tuvo a disposición un partido que, aunque presentara las críticas al oficialismo nacional, propusiera medidas progresistas que defendían un verdadero modelo socioeconómico de incluisión.

Porque si hasta aquí hablamos de las formas de la política que representó el kirchnerismo, también hay que decir que los contenidos de sus políticas muchas veces se distanciaron mucho de lo que puede considerarse como una fuerza de centroizquierda. Y es que aunque la disputa se planteó contra los oligarcas, es decir, contra el modelo agroexportador excluyente, lo cierto es que el kirchnerismo basó su economía justamente en ese mismo actor económico, con el que después se peleó por la obtención de sus réditos.

Por ello volvemos a decir que la resolución 125 puede entenderse solo como un fetiche de la política, que el kirchnerismo mal utilizó como una vara para separar amigos de enemigos. No se trató de un intento de reforma agraria, ya que las retenciones hasta ese entonces fueron utilizadas mayoritariamente para el pago de la deuda externa, más que dentro de una planificación que intentara modificar justamente el modelo económico, que Pino Solanas bien caracteriza como agrominero exportador.

Los desafíos a debatir en el nuevo Parlamento

Por supuesto, no debemos tampoco olvidar el reconocimiento que realiza Martín Sabbatella de que, ante un posible avance oportunista de la derecha, hay que defender el piso obtenido por el kirchnerismo. Principalmente, un debate acerca del rol del Estado en la economía. Pero para avanzar y no chocar las ilusiones contra un techo muy bajo, se debe discutir como lograr que el Estado actúe no para realizar salvataje a los capitales sino para fomentar el desarrollo de pymes en las economías regionales.

Que haya un Estado que intervenga el mercado de granos, algo que defiende la Federación Agraria, para poder atacar a los grandes jugadores que son las compañías exportadoras. Un Estado que posea una política agropecuaria que detenga la sojización y en general la aplicación de monocultivos para fomentar la diversidad productiva y devolver el trabajo a los campos con el fomento de las familias campesinas y los pequeños productores.

Un estado que garantice una infraestructura de transportes para levantar las economías regionales, verdadera oposición a un modelo exportador, que incluye hacerse cargo del sistema ferroviario, en vez de plantear un ridículo tren de alta velocidad para las pequeñas burguesías urbanas. Un estado que planifique en energías renovables, que recupere la renta petrolera pero para invertir en paneles solares en el noroest y molinos de viento en la patagonia.

Un estado que garantice el principal asunto público, como lo es la salud de la población. Y en ese sentido que tenga políticas que respeten los equilibrios ecosistémicos, sobre todo que regule fuertemente a las empresas que solo contaminan y saquean las riquezas naturales. No que se deje resistir a los lobby de las mineras trasnacionales, para realizar el veto a una ley que había sido aprobada en forma unánime por ambas cámaras.

Para todo ello, debe consolidarse una nueva fuerza progresista y popular, de centroizquierda, abierta al diálogo político y que realice la construcción participativa de los consensos necesarios para llevar a cabo las reformas necesarias a través de la intervención planificada del Estado. También lo dijimos, la irrupción de esta nueva fuerza destruye la lógica binaria existente hasta ahora, y en ese sentido presiona al gobierno actuar a implementar el objetivo de la redistribución de la riquza, dicho en el discurso pero no en la práctica. Si eso ocurre, será una buena noticia para el país y la alianza será de hecho.

Así el progresismo pasará a ser un proyecto político honesto.